jueves, 1 de agosto de 2013

Maximiliano Lanusse


Productor isleño, participa en la asamblea "Salvemos el monte". Lleva adelante un proyecto de ecoturismo.

El discurso que acompaña estos mega emprendimientos es siempre el mismo: progreso, desarrollo económico, trabajo. ¿Cuál es la mirada que tienen ustedes, que son de acá y conocen el lugar?
Acá hay una gran mentira, y está dicho también por la gente de Dock Sud, que Dock Sud sería nuestro futuro. La gente de Dock Sud, que es hoy uno de los peores basureros que hay hoy en la provincia, nos dijeron: “Muchachos, no dejen que esto pase, eso de los seis mil puestos de trabajo es mentira, acá van a laburar como mucho 100 personas, el resto es todo maquinaria”. Y justo daba la casualidad de que en la televisión mostraban imágenes de Tecnópolis, y tenían un juego interactivo de cómo trasladar contenedores. Era una maquinaria que manejaba una sola persona. Entonces, de por sí ya le mienten a la gente.
Nosotros al principio decíamos, “la gente está desinformada”: hagamos un laburo de difusión, para que tomen conciencia del conflicto. Y la verdad que no es que la gente está desinformada; ya el temá está instalado en la sociedad, por lo menos en lo que respecta a Berisso. Pero a la gente no le interesa. La gente vive su vida, va a trabajar, vuelve, come. Se duerme, y ya. No toman conciencia de la magnitud de la problemática.
Para Berisso es esencial el monte, por el tema de las inundaciones, por el tema de que es un pulmón importante. Estamos rodeados de agentes contaminantes importantes, como las petroquímicas. Para el agua, el humedal funciona como una suerte de riñón; es un sistema que necesita estar en constantes crecientes y bajantes. Cuando crece el río, inunda el humedal y deja todos los desperdicios que puede llegar a traer el agua. Entonces el monte mismo lo degrada y el agua se limpia. Si nosotros nos quedamos sin el humedal, sumado a que Berisso es una zona muy baja, muy pegada a las napas, vamos a tener problemas graves, por lo menos respecto al agua, y al aire también, por el tema del desmonte.

¿A qué creés que se debe la falta de interés de la gente?

Primero yo creo que es una manipulación política, donde sabemos que a la gente de poder le sirve una sociedad ignorante, una sociedad individualista donde nadie se preocupe por este tipo de cosas o por un bienestar comunal. Yo creo que viene por ahí; todo esto es producto de la desinformación, más allá de que la gente hoy sepa de la problemática, porque el no comprender la magnitud de lo que está pasando tiene que ver con la cultura que llevamos: considerarlo “un problema aislado”. Y que no te toque tu casa no quiere decir que no te afecte.
Hay también un problema importantísimo con respecto a lo que se piensa que es la política; sobre todo en Berisso, que es una ciudad muy formada políticamente desde el lado del oficialismo. Hay una carencia de pensamiento crítico, de decir “yo voté a tal gobernante, veo que hizo cosas bien pero acá le pifió”. No: todo está bien; el resto está equivocado. Es dogmatismo cuasireligioso, y a mi parecer, la política no se hace así, y no estrictamente una política partidaria, sino una política de vida, ambiental, lo que sea. Uno tiene que ser crítico, y tiene que tratar de aprender de los errores.

En el caso de las obras del puerto y el desmonte, y en este contexto de desinformación y desinterés que nombrabas, ¿qué políticas, qué acciones concretas se proponen desde la asamblea?

Lo primero que empezamos denunciando fue la carencia de información sobre el proyecto. El monte está declarado paisaje protegido por ley; es decir, hay una ley que ampara al monte, para evitar que se destruya, no sólo por medio ambiente, sino también por cuestiones culturales e históricas. Entonces, se está ultrajando esa ley, no se está respetando. Tampoco se está respetando la cultura del trabajo, porque todavía hay productores. Hay gente viviendo en el monte, sobre todo en la parte de la isla, a quienes no se está respetando. Se está torciendo la ley a favor de los inversores. Acá hay una cuestión política y económica. Esta terminal de contenedores es un proyecto que es de Provincia con fondos de Nación. A quien deposite un contenedor se  cobra un impuesto durante diez años, como una suerte de alquiler de espacio. Una vez que terminan esos diez años, ese contenedor pasa a ser problema nuestro, no de la empresa que lo dejó. Durante esos diez años los impuestos son carísimos, y esa plata va a parar a Provincia y Nación, y de ahí ellos sacan su tajada. Pero para que este proyecto se pueda dar tiene que estar avalado por el municipio. ¿Cuál es la tajada que toma el municipio? Ellos necesitan profundizar el canal de acceso del puerto por un proceso de dragado, donde se chupa la tierra de abajo y se tira a otro lado. En este caso, se está tirando en la Isla. Ese barro, que además está contaminado, lo utilizan para altear una zona que es inundable, donde justamente por eso no se puede construir. Ellos lo elevan a una altura donde se hace zona para construir, que son cuatro metros sobre la cota cero del nivel del río. Entonces, el municipio se queda con el negocio de las tierras que se altean, y de ahí sacan la tajada todos los que están acá a nivel local.

¿Hay un proyecto de construcción de un country en esas tierras?
Se habló. Oficialmente no hay nada. Para hacer estos proyectos se tiene que hacer un análisis de impacto ambiental. Este análisis, que lo hace el organismo OPDS, está dibujadísimo. Lo corroboramos porque comparamos con uno que nos envió la UBA donde se dice que lo que está pasando es pelígrosísimo: Berisso está en emergencia ambiental. Pero como no lo dice un organismo oficial no es válido, para ellos.
Entonces, el OPDS avala esto, hace el análisis de impacto ambiental y aclara que sobre la tierra del refulado, donde están tirando estos barros, no se puede hacer ninguna construcción. Sin embargo, hubo unos políticos que salieron diciendo que van a hacer unos maravillosos countrys, que van a ser de utilidad para Berisso, que se van a construir nuevos embarcaderos y se va a generar producción… Todo lo contrario al estudio de impacto ambiental. O sea, que incluso a ese estudio que minimiza muchísimo el impacto no lo van a respetar.
En Berisso el poder siempre se manejó sin preguntar; un ejemplo es la construcción del terraplén. Es una obra que perjudicó más que beneficiar hasta ahora, todavía no está terminada. Cuando se hace un proyecto así, en el que hay que expropiar, primero se hace un pedido de expropiación, se indemniza a la persona a la que le expropian.

¿Esas tierras eran fiscales, eran de pequeños propietarios…?

Las tierras por donde pasó el terraplén eran fiscales, el tema es que acá hay muchos productores que tienen las tierras desde hace muchas generaciones atrás. Los inmigrantes antes no necesitaban papeles, muy pocas tierras tienen papeles. Se manejaban de otra manera con la división de tierras: hacían el zanjilllo para riego y decían, de acá para acá es lo mío, de acá para allá es lo tuyo. Y no había problemas. Pero han pasado privados por arriba, y no han respetado ese orden que debería ser, primero el pedido de expropiación, después se le pagan los destrozos al propietario y recién ahí empezar a trabajar. Acá lo que pasó es que se levantaron un día los vecinos y tenían la máquina en el patio.
En las tierras en las que se construyó este proyecto contenedores, hay algunas que son fiscales, otras que tienen dueños y otras que están a cargo del puerto. O sea: yo quiero tener mi parcela en la isla; tengo que ir al puerto y pagar un canon mensual, como un alquiler. El día de mañana, si ellos necesitan la tierra, te rajan. No te pagan nada.
Las tierras de la isla estaban cedidas a una empresa que contribuyó con la realización del puerto; la empresa terminó el trabajo y se fue, no pagó impuestos ni nada; y desde ahí las tierras quedaron a cargo del puerto. El puerto se hace cargo de una tierra que en realidad no tendría que estar administrada ellos. Son temas legales que tendrían que ser el eje pero a la vez hay cosas que nos corren, la obra sigue avanzando.

Estas mega inversiones que se supone que generan desarrollo, suelen provocar en las poblaciones una fractura interna entre la gente que los apoya, y la gente que se opone y defiende el medio ambiente. ¿Se ve fractura social en Berisso?
Hay más que nada fractura por intereses, en el sector de productores. A nivel social no; a la gente no le importa, hay un desinterés social muy grande. Sí vas a encontrar gente que creía en que iban a dar más puestos de trabajo, y cuando uno le explica no pueden creer lo que está pasando.
Lo mismo pasó con el terraplén. Cuando íbamos a explicar lo que pasaba, la gente al principio decía “Vos estás en contra del terraplén”; en realidad, nosotros estábamos en contra de las actividades ilícitas que hubo en el terraplén. El terraplén es una pared de tierra que va desde la ruta 66 (la calle 40) hasta la calle 12. Atraviesa todo el monte.
Nosotros empezamos a pelear contra este tipo de obras con el terraplén. Es un proyecto que fue pedido por los vecinos. Cuando salió, obviamente se festejaba. El tema es que nosotros empezamos a ver que la traza original del proyecto, aprobada con previo análisis de impacto ambiental, no se estaba respetando, y el terraplén estaba yendo por otro lado. Lo que querían estos tipos era pasar el terraplén por la costa del río Santiago para quedarse con las tierras, porque si a las tierras del humedal les cortás el acceso a la inundación, se mueren. Al pasar el terraplén cerca de la costa, especulaban con la muerte de esas tierras y con la compra de la tierras fiscales, que salen nada, 500 pesos la hectárea o algo así; rellenan, y esas hectáreas pasan a valen miles de dólares. Nosotros la peleamos y logramos que se respete la traza original; no en su totalidad.  Hay una parte ilícita que no pudimos frenar. Para evitar el desastre natural el terraplén tiene que estar lo más cerca posible del casco urbano.

¿Estas obras forman parte de las del puerto?
No; es decir, implícitamente, van por lo mismo, que son las tierras. El negociado de tierras lo tiene el intendente y todos sus secuaces. Nosotros nos encontramos con que un día abrieron una calle, en un lugar donde antes la única manera de llegar era por río. Desde ahí empezaron a abrir hacia los costados, y pasaron por encima de la quinta de un productor, que no sabía lo que estaba pasando. Nosotros sabíamos del proyecto del puerto, pero el puerto está en una zona alejada. ¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? Y nos empezamos a enterar de todo lo que estaba pasando. Ahí nos organizamos en asamblea.

¿En la asamblea hay también productores de la isla?

Hay productores de la isla, hay productores ribereños, hay vecinos, estudiantes. Los productores de la isla también se están organizando; la gente que trabaja o que vive en la isla pocas veces viene para acá. Y más ahora, que ya saben que si se van, les pueden llegar a pasar por arriba. Entonces, de alguna manera, compañeros nuestros, que son productores en la isla y viven acá pero tienen contacto con la gente de allá, están tratando de organizarlos. El tema de la gente de la isla es complicado también. Hay gente a la que no le importa vender la tierra, gente que transó con este proyecto. Y otros que de buenas a primeras se encontraron con que no tenían más tierras.
Tenemos compañeros que son tercera, cuarta generación de montaraces. Y ellos ven cómo al trabajo de generaciones, de un día para el otro le pasan por arriba sin ni siquiera pedirles permiso. Entonces es muy triste, bastante duro.
El tema es así, los tipos tiene que dragar el canal de acceso al puerto para que los buques de mayor porte puedan entrar. Este canal siempre estuvo dragado, porque es un canal artificial. Lo que hacían era, con unas dragas especiales, llevar el refulado a una zona del río de La Plata donde el impacto ambiental era nulo. Ahora, vimos en un momento que estaban empezando a hacer una suerte de piletas grandes en una zona de monte de la isla. Esas piletas son cámaras de refulado; ahí tiran los barros, llenan hasta donde ellos quieren y mantienen el alteo. En el análisis de impacto ambiental y en el proyecto decían que no iban a afectar más que treinta y cinco hectáreas. Y ya van más de cincuenta.
Además, estamos hablando de que el humedal como sistema es un todo; ai afectás una parte, afectás todo. Y además, están prácticamente partiendo la isla en dos. Toda la zona del refulado tiene casi cuatro metros de altura. En esas zonas no crece más nada: además de que las tierras están contaminadas, están en una altura que ya no es más inundable, entonces se muere.
Tanto el terraplén como este proyecto de contenedores son las últimas dos luchas, pero las tierras se vienen peleando desde hace mucho.

¿En qué consisten las jornadas de trabajo que organiza la Asamblea?

Las estamos haciendo los domingos. Ahora estamos en la zona enfrente del conflicto, en la zona de Julio Orellano. En las jornadas de trabajo no solamente se toca el tema de la problemática; tratamos de enseñarle a la gente que va sobre lo que es la flora, la fauna, la producción; es muy rico y además te pone en un contacto con la naturaleza increíble. Te hablan de todo: de cómo ganarle tierra al pantano, qué plantas son buenas, qué plantas son plaga. Si te gusta la naturaleza, es increíble estar ahí.

¿Y no han tenido contacto con otras asambleas?
Sí; porque esto que está pasando acá, está pasando a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay. Y hemos tenido contacto con las asambleas de Bernal; también con las Intercuencas, que son un conjunto de asambleas que están afectadas por estos proyectos o por otros proyectos similares, que apuntan a lo mismo: a la entrega de tierras. Estamos en contacto también con la ONG Medioambiente; ellos se movieron mucho con este conflicto. Y hemos estado con colectivos, con Tinta verde, con Biósfera, con Ala Plástica, que están formados desde hace tiempo en todo lo que es asuntos legales. Las fotos aéreas las hemos hecho con ellos también, para solventar los gastos. Somos una asamblea en la que participan diez, quince personas. Nosotros ponemos para volantes, lo único que tenemos es para eso. Hay gente que vive, no exclusivamente del monte, pero para quienes el monte representa una parte importante de sus ingresos. Ellos necesitaban complementar su sueldo con la forestación, con la venta de sauces. Zonas de forestación, que lleva seis, siete años producirlas, las pasaron por arriba y ni siquiera les dieron la plata de lo que rompieron. Tener una casa en el monte no significa tener una casa quinta en un country; hay gente que esas tierras las recuperaron de un pantano, a machete, a guadaña y a mano. Y se sostienen con el esfuerzo, nada más. La mayoría de las casas que se hacen, los ranchos, los refugios, las quintitas, son recicladas, con chapas recicladas; la plata que se invierte es poca, pero la producción es mucha, porque se sabe aprovecharla.

Desde la asamblea, ¿qué salida o posibilidad ven para el conflicto?
La esperanza no se pierde. El tema es que estamos enfrentándonos con un aparato importantísimo: hay intereses multinacionales; hay intereses provinciales, municipales, nacionales; intereses económicos importantes, de mucha plata. Y tenemos no sólo eso en contra, sino también el desinterés y la desinformación de la gente; los recursos que podemos llegar a tener son pocos, en comparación con los que ellos tienen. Estamos peleando contra un monstruo importante, grueso. Pero nosotros vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para poder frenar esto.

A lo que apuntan, entonces, es a que se frenen las obras en la primera etapa.
Claro; si se hizo la primera etapa, listo: ya no se puede volver atrás, porque evidentemente esto no se puede volver atrás. Terminen la primera etapa. Y que se fortalezca la ley que protege el monte, o que se genere algún mecanismo para que no se toque más nada. Que no se toque más el monte.
Hace poco, un grupo de partidos políticos (estaba el PCR, el FAP, Proyecto Sur), empezaron a preguntar sobre qué iba a pasar con los camiones. Estamos hablando de al menos mil camiones por día. Berisso, infraestructuralmente, no tiene algo que banque esa cantidad. No tiene salidas: tenés la 60, la Río de Janeiro (que es la 4 y después sale a la 60) y la 66. pero para salir a la 66 tenés que ir por la Montevideo (calleprincipal de Berisso). No hay manera de que alberguen mil camiones por día. Entonces, estos partidos políticos propusieron reactivar el tren. Hay una vía que está perfecta, y además no se gasta ni la cuarta parte de lo que habría que gastar para hacer la ruta. Y sacás en tren, desde el puerto hasta 122, y ahí hacés una terminal de camiones; desde ahí los camiones ya podrían salir. Hay vías; está todo armado, lo que hay que hacer es reactivarlo nada más. Vino un ingeniero que pertenece a una asamblea que se llama Salvemos al tren; hizo un proyecto. Los partidos hicieron una asamblea donde nos invitaron, donde presentaron el proyecto y daban la posibilidad a los vecinos de modificarlo. Después se presentó al Consejo deliberante y se aprobó por tabla. A los impulsores del proyecto (del puerto) no les conviene porque van a tener problemas si sale lo del tren: con los camioneros, con el gremio, entre otros. Entonces todavía eso está en conflicto. El consejo deliberando lo aprobó, de mala gana, porque no le pudieron tapar la boca al ingeniero. Este proyecto, de alguna manera, lo quieren archivar.

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